Todo el mundo habla de lo mismo: La adaptación televisiva de The Last of Us en HBO MAX ha sido un éxito tan clamoroso que promete cambiar muchas percepciones en el sector del entretenimiento y ha despertado a las masas el potencial de la narrativa transmedia. Pero mucho antes de 2023, La marca de Odín se convirtió en un exponente pionero en este ámbito al establecer un modelo literario que fusionaba la experiencia de leer con un universo extendido transmedia que permitía a los lectores extender su experiencia y conocer la historia desde nuevos ángulos y formatos.
Fue en 2005, cuando tuve la primera idea que daría forma a La marca de Odín, cuando tuve claro una cosa: Yo no quería publicar solo un libro, sino quería aprovechar lo que había aprendido y disfrutado en el sector de los videojuegos, para potenciar así esa historia que estaba empezando a dar forma. Quise diseñar un sistema que ofreciera una experiencia de progresión similar a la de los videojuegos online al leer libros y sus capítulos de bonificación (DLC’s) y relatos extendidos (Actualizaciones de contenido). Quise hacerlo asegurándome que esos contenidos no solo ofrecieran nuevas visiones en formato texto, sino que lo hicieran con ilustraciones, renders 3d, fotografías, vídeos y música.
Desde el lanzamiento oficial de La marca de Odín en 2012, además de los tres primeros libros publicados, he lanzado seis capítulos de bonificación y más de cien contenidos extendidos. He llegado a ofrecer temas musicales de banda sonora, como el compuesto por Knut Avenstroup Haugen, pero también a componer y grabar una canción con la artista Milena Brody, para luego integrarla dentro de La marca de Odín: Ragnarok creando un personaje alter ego de ella. Para los contenidos audiovisuales he contado tanto con artistas de renombre como Michael Komarck o Manu Nieto, como aprovechado el potencial de la Inteligencia Artificial, años antes (2018) de que fuera algo en auge para el resto del mundo.
Con el thriller recién publicado de El loto de piedra busqué mantener esta filosofía de la narrativa transmedia, integrando a lo largo de toda la historia la música, como un elemento integrador en la misma. Siendo descritos los temas musicales en la narración, pero también dando la opción de escucharlos a la vez que se leen a través de la lista de reproducción en Spotify. Además, recree a todos los personajes principales de la novela con un estilo foto realista aprovechando el uso de Inteligencia Artificial.
Estos días han sido varios los medios que han compartido editoriales interesantes sobre este tema, como la de GamesIndustry.Biz sobre el cross-media y la de Wired aventurando que tras The Last of US todo el entretenimiento pasará a ser transmedia. En ambos artículos se hace un repaso de cómo en las últimas dos décadas ha habido intentos de llevar a cabo la integración transmedia con propiedades intelectuales, pero ninguna ha tenido tanto éxito como The Last of Us. Y es que uno de los puntos claves de esto es que no se trata solo de adaptar, sino de generar contenidos orgánicos complementarios y que ofrezcan alicientes adicionales con respecto al material-fuente-formato original.
Hemos visto ejemplos previos que han supuesto grandes fracasos o, si queremos ser amables, no han cosechado el éxito esperado siendo propiedades intelectuales masivamente conocidas. Sí, hablo de series de TV como Willow, Obi Wan, Resident Evil, Halo y otras producciones que han pasado sin pena ni gloria. Todo por buscar realizar solo adaptaciones totalmente desligadas de la fuente original y en las que no se ha primado la calidad y fidelidad narrativa. Haciendo cambios radicales, rallando lo absurdo, olvidando que si se introducen cambios, estos deben aportar elementos constructivos que generen un valor añadido (Recordemos el episodio 3 de The Last of Us como un ejemplo claro de esto).
Mucho antes de esto, lo más parecido, en el ámbito literario, a lo que yo plantee con La marca de Odín, fue el supuesto universo transmedia de Pottermore. Inicialmente parecía que iba a ser algo muy grande, pero terminó diluyéndose al fallar en ofrecer nuevas opciones de disfrutar de contenidos nuevos adicionales, sino simplemente dar mini juegos y aportar novedades cosméticas a los fans de Harry Potter.
Mi esperanza es que con el cambio de mentalidad que está forzando The Last of Us en Hollywood y otros centros de decisión, un proyecto como el de La marca de Odín pueda tener por fin más aceptación y opciones de expansión. No por nada, además del universo transmedia que he creado, diseñé este sueño desde el principio para que pudiese dar el salto para ser complementado en forma de cine, televisión, anime, videojuegos… Y eso es algo en lo que sigo trabajando a diario, no por nada actualmente me voy a pasar los próximos meses por Asia, con visita muy importante en Japón, por ejemplo.
En 2019, durante mi ronda de contactos para dar a conocer mi propiedad intelectual en Los Angeles, el feedback generalizado que recibí fue fenomenal. Con comentarios asegurando que ni siquiera grandes editoriales tenían la capacidad de producir algo así. No olvidemos algo muy obvio, crear un verdadero universo transmedia no solo requiere dinero, sino mucha dedicación, lealtad y mucho, mucho corazón.
En ese entonces el principal handicap de La marca de Odín era tener mayores números. Todavía no habíamos llegado a los 50.000 libros en todo el mundo. Ahora mismo estamos rozando ya los 140.000, a pesar de tener mil y un obstáculos por ser un proyecto independiente. Confío en que el cambio de tendencia nos favorezca y pronto podamos dar el gran salto transmedia que coloque a La marca de Odín en el lugar que le corresponde en la historia del entretenimiento y de los libros.
Espero que muchos vean las ventajas de la narrativa transmedia y que pronto podamos disfrutar de más historias bien construidas y diseñadas de forma complementaria con la fuente original de nuestras propiedades intelectuales favoritas, sin importar de donde procedan (libros, videojuegos, cine, etc.).
¿Os apuntáis al movimiento transmedia?